“Lo que un país calla, lo dicen sus imágenes”

Como la de cualquier país, la historia de Paraguay se esconde en las imágenes que nunca se vieron. O incluso en aquellas que sí se vieron. No hay imagen inocente a la hora de analizar políticamente la violencia, los presentes o los espacios de exhibición. En este caso, durante 35 años, la dictadura de Alfredo Stroessner moldeó un país a fuerza de silencio, censura y propaganda. Con Bajo las banderas, el sol, el cineasta paraguayo Juanjo Pereira rescata ese pasado desde los fragmentos visuales que el propio régimen dejó dispersos por el mundo. “Nací en Asunción y hablo guaraní. En la escuela nunca me enseñaron nada sobre esa época”, dice el director, que vuelve a su propio país a través de un archivo convertido en espejo. Con material inédito de noticieros, películas institucionales, grabaciones de la televisión pública y documentos desclasificados, el film reconstruye cómo el poder inventó una identidad nacional a su medida. Estrenado en Berlín, San Sebastián y premiado en el Bafici, el documental llega ahora a las salas argentinas, convertido en una de las experiencias visuales más poderosas del cine latinoamericano reciente. Sobre el enorme proceso de trabajo, Pereira reflexiona: “Fue un proceso muy duro y emocionalmente intenso. Encontrarte con muchas cosas que nadie había visto implicaba una gran responsabilidad. Saber que casi todo lo de Paraguay está fuera, o al menos lo más accesible, fue un descubrimiento doloroso. Dentro del país seguro hay más material del que conocemos. Con el equipo hicimos una investigación que empezó de forma cronológica y después se volvió una libre asociación de imágenes. Así comenzaron a aparecer secuencias, nombres, patrones. Ahí nació el guion. Nos apoyamos en trabajos previos de investigadores paraguayos y seguimos sus pasos, pero también descubrimos cosas nuevas”.
—¿Qué papel pensás que puede tener el cine documental en empezar a llenar los vacíos histórico destacando los materiales de archivo cuidados en todo el mundo?
—No soy el primero ni el único haciendo cine de memoria, y eso me alegra. Toda expresión cultural ayuda a no olvidar, pero el documental tiene el tinte de lo real que lo hace único. En Paraguay el documental tiene mucha tradición, quizás por cuestiones presupuestarias, pero también porque hay demasiadas historias reales por contar. Es un cine que se está encontrando, y estas películas ayudan a que el país empiece a mirarse con otros ojos.
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—¿Qué revelaciones aparecieron en los archivos extranjeros que más te sorprendieron en relación con esas conexiones de poder?
—Sin duda, la relación con Franco fue impactante. Ver cómo se dio su primera llegada a Europa y cómo esa alianza se fue consolidando con el tiempo fue revelador. También los archivos franceses fueron de enorme importancia: encontramos entrevistas inéditas a integrantes de las ligas agrarias, testimonios que nadie sabía que existían. Fue estremecedor ver cómo todo eso seguía oculto.
—El documental fue reconocido en Festivales como Berlín, San Sebastián y Bafici. ¿Cómo percibís la recepción internacional de una historia tan profundamente ligada a la memoria paraguaya?
—Lo que más me emociona es que no se percibe solo como una película paraguaya, sino como una historia universal. En cada país donde se proyecta surgen preguntas del público que la relacionan con sus propias dictaduras o crisis políticas. Hay una identificación inmediata y también una alarma: el pasado no está tan lejos como creemos. Eso genera debate, y ese debate es lo que mantiene viva la memoria.
Reconstruir un país desde sus imágenes
J.M.D.
El documental de Juanjo Pereira llega como una arqueología visual de la dictadura más extensa de América Latina. Con más de cinco años de investigación, la película rescata material de archivos públicos y privados de Francia, Alemania, España y Paraguay, combinando cine educativo, noticieros, filmaciones domésticas y propaganda estatal. El resultado es un relato compuesto exclusivamente por documentos de época, sin entrevistas ni voces en off, que deja que el propio archivo narre su historia.
—En la película aparece el contraste entre las imágenes de propaganda del régimen y el silencio posterior de la sociedad. ¿Cómo trabajaste narrativamente esa tensión entre euforia oficial y memoria reprimida?
—No queríamos marcar con un dedo quién era el villano. La idea fue mostrar los distintos puntos de vista para que la incongruencia hablara por sí sola. La tensión entre el discurso oficial y el silencio la construimos sobre todo desde el sonido. El diseño sonoro fue clave para unir todo: queríamos que el espectador sintiera el choque entre lo que se decía y lo que se callaba.
—¿De qué manera este proyecto transformó tu mirada personal sobre el Paraguay actual?
—Vivir en Paraguay bajo el Partido Colorado te hace entender cuánto de ese pasado sigue presente. Hay gestos familiares, modos de poder que todavía nos acompañan. El Paraguay actual es complejo: hay oportunidades para el cine local, pero también desigualdades enormes en salud y educación. Esas corrupciones heredadas son la huella más visible del régimen. Hacer esta película fue una forma de enfrentarlas, de no naturalizarlas.
Fuente: www.perfil.com